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La banda presidencial desafina y se burla de la realidad

“Milei no parece estar funcionando porque necesita rescate financiero. Y, por supuesto, cuando no podés cumplir el milagro que prometiste, te encontrás en una posición crítica”, dijo el soc...

“Milei no parece estar funcionando porque necesita rescate financiero. Y, por supuesto, cuando no podés cumplir el milagro que prometiste, te encontrás en una posición crítica”, dijo el sociólogo italiano Giuliano da Empoli, autor de El mago del Kremlin, de paso por la Argentina para la presentación de La hora de los depredadores, su último trabajo, en una excelente entrevista realizada por la colega Astrid Pikielny .

Mucha razón encierran esas palabras de Da Empoli porque llegan en un momento justo, ya que, en paralelo, Javier Milei presentó su último libro La construcción del milagro, pretencioso trabajo que habla de un supuesto milagro económico alcanzado, y por alcanzar, como parte fundamental de su gestión de gobierno, en un show musical que conseguirá su lugar de privilegio en la historia política local, siendo recordado más como un autohomenaje patético y burlesco que como un acto de campaña. Un acto que costó más de 300.000 dólares y que ya tiene denuncias de la Coalición Cívica y de otras ONG, en la búsqueda de su financiamiento.

Se habló demasiado del contenido del espectáculo libertario con pequeñas dosis de “fascismo”, algo que duele decir y suena fuerte; pero hay que aceptar el valor de los hechos cuando estos abren un interrogante necesario: ¿de qué otra manera se puede llamar a un estadio colmado que aplaude y vitorea un video diseñado con IA parodiando una película de Star Wars dónde el Presidente se muestra como el héroe a cargo de bombardear a medios de comunicación y atacar con armas de fuego a figuras opositoras? Esto es algo que los organizadores disfrutan; saben que muchos interpretamos ese cometido de esa manera y nos creen “analógicos”, como si la innovación digital interpretada de cualquier modo fuese de por sí un signo virtuoso. No dan cuenta de eso, y muestran una manera de hacer política riesgosa para las instituciones, porque sus consecuencias no solo operan en el ámbito institucional o en las decisiones económicas, sino también en el terreno de las subjetividades. Allí, con esa provocación desmedida, perdemos el sentido de armonía y el debate sano, porque los libertarios son jugadores de la política que suelen juguetear del lado de afuera de la convivencia cívica y republicana, con consignas como “Milei emperador”, que no hacen más que mostrar los peligrosos sueños personales que se proponen al lastimar una democracia en la que ellos mismos dicen no creer.

Entonces juegan con imágenes que escarban e interpelan a una sociedad que demanda soluciones económicas y sociales. Y como son capaces de ofrecer esas soluciones, invitan a enojarse y a odiar como lo saben hacer ellos. Jugar con las imágenes artificiales tiene un sentido primoroso para una obra de arte, pero el juego puede ser peligroso mal utilizado en política. En la ópera rock The Wall, obra cumbre de Pink Floyd, se muestran imágenes animadas, lo que podía ofrecer la época, diseñadas por el histórico caricaturista británico Gerald Scarfe, que exponen cómo la ira y el desencanto con lo establecido llevan a la transformación de un personaje que pasa de ser víctima a convertirse en un tirano y dictador. Muchos tuvimos esa amarga sensación el lunes por la noche mientras veíamos a un presidente vestido de negro alentando a cantar insultos a otros políticos y promoviendo el culto a su persona. “Necesitabamos que se vuelva a hablar de Milei el loco, para dejar de hablar de Espert y el narco”, dijo convencido un militante libertario cuando salía del Movistar Arena. No lo lograron, las propias mentiras del ahora excandidato y la propia realidad fueron demasiado para que esas intenciones se concreten.

Ahora, volviendo a la realidad mundana y lejos de los sueños presidenciales, aparece otra pregunta: ¿cuál es el milagro que se festejó? Hasta ahora, si bien es cierto que se desaceleró la inflación -aunque este mes seguramente supere los dos puntos- los argentinos atravesamos una recesión histórica, con caída del consumo, con un “fin de mes” que cada vez nos queda más lejos, con jubilaciones atrasadas, crecimiento del desempleo, con el cierre de 16.000 empresas. Podríamos estar un buen rato marcando las consecuencias de un plan económico ya destinado al fracaso y que solo se mantiene por la ayuda externa del FMI -Kristalina Georgieva ya anunció que seguramente este sea el último programa de ayuda al país- mientras el equipo económico le “prende velas” al Secretario del Tesoro de los EEUU para que monetice ese apoyo, hasta ahora verbal, que tiene la resistencia de toda la oposición Demócrata a Donald Trump y que se anima a decir en público que es alarmante “ayudar a ese presidente con dinero de los estadounidenses”, mientras mostraban videos y fotos del acto del lunes y se burlaban de Milei cantando.

Es que ya no es el gobierno de Milei podrían decir; los próximos dos años que quedan de su mandato por cumplir, podrían ser el gobierno de Milei y Macri, si el expresidente recoge el guante y se suma a dar una mano y olvida el destrato y el ninguneo recibido estos meses. O será el gobierno que pone en práctica un plan económico dictado por Washington, perdiendo su tutela central. Milei, como dice Giuliano da Empoli, ya no es capaz de cumplir con el milagro que prometió y pregona como objetivo cumplido. Esta es la parte más complicada para él: sentir que ya no tiene el reconocimiento social mayoritario de un taumaturgo de la economía. El que se autodesignó merecedor del Premio Nobel de Economía y definió al suyo como “el mejor gobierno de la historia” solo tres meses después de haber asumido, sin darle la oportunidad a la historia de que se exprese, ahora deberá mostrar si su carácter eufórico, que se desborda fácilmente, puede lidiar con esta realidad adversa. Será todo un tema para observar.

Un diputado radical decía con sorna en los pasillos del Congreso: “Más que La Banda Presidencial, son la Banda del Presidente, este año no paran de sumar hechos de corrupción”, luego enumeraba los casos sospechados: Libra, valijas del vuelo de Scaturicce, Banco Nación con los primos Menem, los audios de Andis, PAMI y, por supuesto, el más reciente y mas doloso: la trama del narco lavado que involucró a José Luis Espert con todas las consecuencias que cambiaron el eje de la campaña electoral. Y tiene razón, el Presidente ya no puede ser el Milei del año pasado, el que le hablaba a la “casta” en el mismo recinto del Congreso y trataba de “ratas” a los legisladores en la cara. Estaba mal, era injurioso, pero lo podía hacer porque no cargaba con un pasado culposo; sin embargo, en poco más de un año y medio, se compró todos los boletos para estar a su misma altura e incluso a superarlos, porque sería injusto ubicar a algunos espacios políticos a la par de lo peor que nos dejaron tantos años de corrupción.

Para la sociedad la corrupción pasó a ser un gran tema de preocupación, crece de la mano de los hechos mencionados y de las necesidades económicas, porque es más fácil sentir que “lo que me falta a mí se lo está llevando un político”, que atestiguarla con demanda de justicia y tranquilidad en una era de bonanza económica. Y este puede ser un tema que lastime al electorado de Milei en las próximas elecciones, no solo producto de todos los hechos mencionados sino porque la sociedad aún tiene abiertas las heridas que dejaron los gobiernos anteriores, y perdió la esperanza de cambio cuando esa bandera, la de la honestidad, parece de plomo, pesa demasiado y al Gobierno ya le cuesta demasiado izarla.

Vivir este escenario adverso es una responsabilidad que cae sí o sí en esa absurda estrategia de negar los hechos conocidos y poner siempre la responsabilidad en supuestas “operaciones” del kirchnerismo. A pesar de que las investigaciones periodísticas y la justicia aun enfrascada en la lentitud que la caracteriza cuando debe investigar al poder, se llevó puesta la veleidad con la que el gobierno de Javier Milei trató los hechos de corrupción que lo involucraban y afectaban su gestión. El caso de Espert es paradigmático en ese sentido.

Está claro que es mucho más sencillo construir milagros económicos describiéndolos en un libro que hacerlos realidad, pero peor es construir un relato señalando la corrupción en la casa del vecino cuando la esta ya se acomodó rápidamente en el living propio. Es en ese preciso momento cuando un relato deja de ser una narración ingeniosa y se convierte en una simple y dolorosa mentira.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/la-banda-presidencial-desafina-y-se-burla-de-la-realidad-nid09102025/

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