Stênio Gardel: “La homofobia y la transfobia recrudecieron con Jair Bolsonaro: sentí miedo esos años”
Con la traducción al inglés de su debut novelesco, La palabra que queda (Edhasa, $ 25.900), Stênio Gardel (Limoeiro do Norte, 1980) se convirtió en 2023 en el primer escritor brasileño en gana...
Con la traducción al inglés de su debut novelesco, La palabra que queda (Edhasa, $ 25.900), Stênio Gardel (Limoeiro do Norte, 1980) se convirtió en 2023 en el primer escritor brasileño en ganar el National Book Award en la categoría de literatura traducida (en versión al inglés de Bruna Dantas Lobato). El premio hizo que la novela -protagonizada por Raimundo, un septuagenario costurero gay que aprende a escribir y leer mientras evoca su pasado- fuera contratada en Países Bajos, Eslovaquia, Portugal y la Argentina, donde se publicó la primera versión en lengua española, a cargo del escritor Guillermo Saavedra.
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“No es una autoficción, pero algunos episodios se relacionan con mi vida”, revela el autor a LA NACION. Aunque se lea como tal, Gardel no es su apellido, sino su segundo nombre, algo común para los artistas en Brasil, a juzgar por casos como los de María Rita, María Bethania o Chico César. Gardel lo eligió su padre mientras que Stênio, su madre. Como Raimundo, creció en un ambiente rural y es gay. Tuvo la suerte de que sus padres no lo rechazaran por su homosexualidad, como les pasa a varios personajes de la novela, entre ellos, los dos jóvenes enamorados que son azotados y obligados a distanciarse. En su primera visita a Buenos Aires, participa como invitado del Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (Filba), que concluye el domingo. El martes regresará a Ceará, donde vive y trabaja.
“Estoy sorprendido por los paseos por los que el libro me lleva. La escritora Ángeles Salvador me preguntó cómo había cambiado mi vida el libro y le respondí que no estaba acostumbrado a viajar tanto como ahora. Es un resultado muy vigorizante para mí, porque el libro llega a nuevos lectores y tengo la oportunidad de conversar con ellos”. Una productora brasileña contrató los derechos La palabra que queda para hacer una película y la novela ya fue adaptada al teatro por Daniel Herz. “Adoré”, dice sobre la obra.
Este año, el eje temático del Filba es el “otro”. “El libro habla mucho de la alteridad, en el sentido de saber ponerse en el lugar del otro, algo necesario en estos tiempos, como la empatía, la solidaridad, comprender las ideas de los demás -reflexiona-. El personaje intenta comprender su lugar en el mundo y, a la vez, el lugar de los demás. El encuentro que Raimundo tiene con Suzzanný, una mujer trans que sufre la violencia transfóbica, le sirve para reconocerse y reconocer a los otros”.
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-¿La novela se vincula con tu vida?
-Definitivamente, aunque no es una autoficción. Utilicé mucho de mis memorias de infancia, juventud y adultez, cuando pude reconocerme como un hombre gay. Como Raimundo, crecí en una comunidad rural, en un ambiente natural con el río y una cascada que en la novela cumplen una función importante, el camino delante de la casa, y también el ambiente cultural, con el patriarcado, las masculinidades, los prejuicios. Una frase que escuché mucho en la infancia y está en el libro es “hombre al que le gustan los hombres no es hombre”.
-¿Tus padres leyeron el libro?
-Mi padre murió cuando yo tenía seis años y mi madre, tres meses antes de la publicación. Ella leyó algunas partes, que le gustaron mucho.
-¿Tu salida del clóset se pareció a la del personaje?
-Sí, aunque en circunstancias diferentes. Raimundo es expulsado de la casa, mientras que yo pude salir para ir a estudiar.
-¿Cómo nació la idea de la novela?
-Soy empleado estatal y trabajé durante un tiempo en atención al público; muchas personas a las que atendía no estaban alfabetizadas. Cada uno de esos encuentros fue instalando preguntas sobre cómo vivían esas personas sin saber leer ni escribir. De esas situaciones reales y de mis reflexiones, surgió la imagen de un hombre que tiene algo importante para leer pero no puede hacerlo porque no sabe. La idea de la carta trajo otras preguntas y se convirtió en el símbolo de una relación interrumpida, una relación homosexual que pude vincular con mi propia experiencia de vida. Así se fue construyendo la historia.
-¿Y qué dirías sobre el estilo narrativo que elegiste?
-La forma fue surgiendo durante el proceso de escritura. En determinado momento, sentí la necesidad de contar un episodio de otro tiempo narrativo y empecé a hacer interrupciones con una coma para contar ese pasado, antes de retomar la historia. Quise dar una sensación de fragmentación, que tiene mucho que ver con la historia que se está contando, con monólogos interiores y recuerdos de Raimundo; es una novela muy memorialista. Y en la historia hay muchas rupturas, la de Raimundo con Cícero y con su familia, la del padre de él con su hermano, también homosexual, la de Suzzanný con el padre. Hay muchos ejemplos de quiebre que se vinculan con el modo de narrar la historia.
-El personaje de Suzzanný confronta a Raimundo con la necesidad de cambio: lo motiva a aprender a leer y escribir y a dejar atrás, en parte, el pasado.
-Supe desde temprano que esa confrontación de Raimundo con otro personaje, diferente como él, sería algo más que el acto de violencia que él ejerce contra ella: un momento de confrontación de él consigo mismo. Ella es tanto reflejo como refracción de Raimundo, y esa dinámica entre los dos hace que él quiera cambiar.
-¿Cuál es la situación de la comunidad LGBT en Brasil?
-Brasil tiene el récord de casos de ataques transfóbicos contra mujeres trans. La homofobia y la transfobia recrudecieron en los años de Jair Bolsonaro en el poder. Sentí miedo en esos años, y hay que considerar que yo tengo una estabilidad, un empleo público, soy una persona blanca con privilegios, pero para las personas con mayor vulnerabilidad la situación fue mucho peor. Con un gobierno diferente, eso ahora está cambiando. Hay mujeres trans que ocupan cargos públicos. La participación de las personas LGBTQ+ en esos lugares es importante para mantener los logros y continuar con los avances.
-¿Cómo recibiste el National Book Award en la categoría de literatura traducida?
-Fue un shock total. En la ceremonia, lloré de emoción y recordé mi historia, pensé en mi madre que no llegó a ver el libro, pero siempre había confiado en mí; ella me regaló una máquina de escribir cuando yo era muy joven. El premio fue un momento de realización que me hizo reconocer mi posición, la de un chico gay del interior de Brasil que había llegado a un lugar que ese chico imaginaba como muy distante.
-¿Y en Brasil cómo tomaron la noticia?
-Con mucha alegría; mi editora y muchos amigos se quedaron hasta tarde viendo la ceremonia y, cuando anunciaron mi nombre, gritaron y despertaron a los vecinos.
-¿Por qué empezaste a escribir?
-Por la lectura. Había quedado muy impactado por El sabueso de los Baskerville, de Arthur Conan Doyle, a los doce años, y quería que las personas se impactaran de la misma manera con lo que yo escribía. La lectura influye en la construcción de la identidad y, en especial, en el modo en que vemos el mundo. Leer, para mí, es una oportunidad de mirar el mundo de manera diferente. Y esa mirada puede producir una mirada diferente sobre mí mismo.
-¿Conocés algo de literatura argentina?
-Muy poco: algo de Jorge Luis Borges y de autoras contemporáneas como Samanta Schweblin, Mariana Enriquez y Selva Almada, que me gusta mucho.
-La novela tiene un tono faulkneriano.
-Admiro a William Faulkner por su habilidad en el quehacer literario, el modo en que construye las voces de los personajes, la fragmentación del tiempo, los puntos de vista.
-¿Te hicieron muchas bromas en Buenos Aires por el nombre de Gardel?
-Las personas me preguntan si tengo alguna relación con Carlos Gardel. No sé si mi padre conocía al cantante; él escogió el segundo nombre y mi madre, Stênio. Mi apellido es Maia, como el de la escritora Ana Paula Maia, pero no somos parientes.
Para agendarStênio Gardel participará hoy, a las 18, del encuentro “Poéticas de la ausencia”, en el Auditorio del Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415), junto con la colombiana Lorena Salazar Masso y el escritor y cineasta César González (modera Ana Wajszczuk). El domingo, a las 18, en la Terraza del Malba, participará de “Bitácoras del Filba”, con los escritores Jon Bilbao, Ángeles Alemandi, Romina Paula, Sebastián Hacher y Salazar Masso.