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“Marcó mi adolescencia”: Lo amó en silencio mientras él la humillaba, años después, la vida le dio una segunda oportunidad

La historia de Carolina es un testimonio de amor y revancha, aunque hoy admite que no siempre el que ríe último ríe mejor. Sonríe cuando recuerda los sucesos, pero no mucho más que eso: el dol...

La historia de Carolina es un testimonio de amor y revancha, aunque hoy admite que no siempre el que ríe último ríe mejor. Sonríe cuando recuerda los sucesos, pero no mucho más que eso: el dolor que sintió en el pasado sigue resurgiendo en muchas de sus pesadillas.

En el colegio le gustaba Nicolás, el chico que se parecía a Axl Rose y cuya sonrisa derretía a todas las chicas. Él era de esos rebeldes que ella tenía la ilusión de cambiar, gracias a su corazón femenino de oro: “Creo que en los 80 y 90, las chicas estábamos muy influenciadas por ese relato del chico `malo´¡que se transforma gracias a mí!, toda una fantasía romántica... bastante tóxica”, reflexiona hoy.

Pero en aquellos tiempos, Caro no veía que “el rebelde malo” en general lo era porque tenía heridas profundas, algún problema en la casa que traía consigo como un arsenal de armas para herir. Ella simplemente creía que, con amor, él cambiaría.

Un complejo y un sobrenombre innombrable

Todo comenzó el día en que los “líderes” del grupo se sentaron en ronda para asignarles sobrenombres a todos los compañeros del curso. Hacía tiempo que Carolina se escondía por los rincones: la piel de su rostro había desmejorado mucho. “Es propio de la adolescencia”, le decía la dermatóloga, pero ella sabía que sus brotes eran mucho más severos que los de otros chicos de su edad.

“¡¿Por qué no te lavás mejor la cara?!“, “¡Dejá de comer chocolate!“, le gritaba Nicolás, justo el chico que tanto le gustaba sin tener idea de que Carolina se lavaba la cara más que nadie, varias veces al día y evitaba comer cualquier alimento graso. Aunque la médica ya le había anticipado que el acné no se debía a la higiene ni a lo que comía, sino a causas hormonales y a un tipo de piel heredado. Y tenía sentido: tenía compañeros que comían pésimo y, sin embargo, su piel era de porcelana.

Pero el día de la reunión de líderes y sobrenombres todo empeoró. Nicolás le asignó un apodo que hasta el día de hoy prefiere reservarlo. “Me marcó en la adolescencia, me hizo muy mal y si lo dijera, creo que muchos en vez de entender mi dolor, se burlarían de alguna manera. Me sorprende ver cuántos adultos, sobre todo en los comentarios anónimos, no son más que versiones disimuladas de los matones del colegio. Prefiero no decir el sobrenombre”, explica.

A partir de ese momento, todo fue cuesta abajo. Carolina dejó de ser ella para convertirse en ese apodo. Los días se transformaron en una tortura, su autoestima estaba por el subsuelo. Quería arrancarse la cara y no volver más al colegio.

Soñar con el final perfecto de novela: “Las protagonistas nunca eran las más bonitas”

A pesar del infierno que significaba el colegio y de lo mal que Nicolás se había portado con ella, Caro todavía creía que, en el fondo, había una buena persona en él. Le gustaba imaginar que algún día despertaría libre de toda su “fealdad” y que él la vería con otros ojos, se acercaría a ella de otra forma, podría ver en su interior y se enamoraría. De su fantasía juvenil brotaban largos escritos, canciones y poemas inspirados en él.

“Tenía mil variantes de la historia, todas fascinantes y con el mismo final: él arrepentido por todo lo que no pudo ver antes en mí, por el daño que causó en el camino y totalmente entregado a nuestra historia de amor”, cuenta Caro hoy. Confiesa que por aquellos tiempos intercambiaban muchas novelas de Danielle Steel, pero en especial de Victoria Holt (Eleanor Burford), y que tal vez la influenciaron.

“Las protagonistas nunca eran las más bonitas, él héroe de la historia siempre tenía algo de rudo, rebelde, y al final su corazón se ablandaba y podía ver la verdadera belleza de ella”, recuerda.

El reencuentro

El colegio fue una tortura que Carolina logró superar, aunque haya dejado sus huellas. Con los años, la piel problemática dejó de serlo y, como en el cuento de Hans Christian Andersen, el patito feo se transformó en un cisne. Algo que sí suele suceder en la vida real cuando se traspasa la adolescencia.

Carolina volvió a ver a Nicolás en la reunión de los cinco años de egresados. Ella llegó con su metro setenta, un cuerpo atractivo, con cabello abundante y ojos color cielo. Todo eso que antes solía ocultarse tras un andar tímido y avergonzado, ahora se mostraba con seguridad. Y Nicolás -más buen mozo que nunca- lo notó de inmediato.

“Charlamos mucho y pude ver que me miraba con ojos extraños”, revela Carolina. “Después de ese día quedamos con los chicos en organizar asados para no perder el contacto, y nos empezamos a ver todos de nuevo muy seguido. Ahí fue cuando el contacto con Nicolás se hizo más estrecho, me contó muchas cosas, realmente había tenido una mala infancia. Mi padecimiento pasado parecía diminuto al lado del suyo. En cada encuentro, no dejaba de repetirme lo linda que estaba”.

La confesión y el mayor trofeo

El día que Nicolás la besó, habían pasado ya seis años desde que terminaron el secundario. De fondo sonaba un tema de Def Leppard (Caro jamás lo va a olvidar) y el instante fue hermoso. Como en las novelas, “el chico malo” parecía haber abierto las puertas de su corazón, y la chica ignorada se convertía, al fin, en el centro de la escena.

Pero para Carolina, nada fluyó como en aquellas historias (al menos no como en algunas de las que solía leer). Una sensación extraña subió desde su estómago hasta la garganta. Con Nicolás, de pronto, se sintió incómoda, desencajada... casi en peligro. Se apartó. Él sorprendido le preguntó qué pasaba y volvió a marcar que le impresionaba lo linda que estaba.

“Bueno, resulta que largué todo”, continúa Carolina. “Le dije que siempre me había gustado, pero que me daba cuenta de que siempre había sido todo fantasía y que me había lastimado mucho. ‘Ahora te acercás porque te resulto atractiva, pero antes te burlabas de mí‘, le dije. En ese momento supe que no podía tener nada con alguien que había sido parte —y en cierta forma, responsable— de que yo la pasara tan mal en el pasado", concluye.

Carolina comparte esta historia porque, según dice, el día en que conquistó a Nicolás no fue el comienzo de una historia de amor con él, sino el punto de partida de algo mucho más grande: el amor propio.

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Fuente: https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/marco-mi-adolescencia-lo-amo-en-silencio-mientras-el-la-humillaba-anos-despues-la-vida-le-dio-una-nid18042025/

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