En tiempos electorales hay que desplegar una “competitividad ofensiva”
Durante la Segunda Guerra Mundial, el mundo estaba en caos, con economías devastadas y cadenas de suministro rotas. La parálisis económica era mayúscula en la mayoría de los países. Sin embar...
Durante la Segunda Guerra Mundial, el mundo estaba en caos, con economías devastadas y cadenas de suministro rotas. La parálisis económica era mayúscula en la mayoría de los países. Sin embargo, Henry Ford II decidió acelerar: reorganizó la compañía, lanzó nuevos modelos, encontró en las necesidades del gobierno un muy creciente segmento de clientes, modernizó procesos de producción y aprovechó el vacío que dejaron competidores europeos. La avanzada de posguerra de Ford le permitió liderar las siguientes décadas de la industria automotriz global.
El 7 de septiembre la elección legislativa en la provincia de Buenos Aires no fue una guerra, pero sacudió fuerte al mercado argentino. El resultado golpeó a los inversores, cayeron bonos y acciones y la incertidumbre no se despeja.
A esa incertidumbre se suman los cambios a nivel global y la Argentina avanza a golpes de péndulo. La elección de Javier Milei en 2023 representó un salto hacia algo nuevo: un outsider que supo canalizar el hartazgo de la gente con el status quo. Su programa de ajuste fue exitoso al inicio y logró estabilizar rápido, pero pasados casi dos años hoy parece mostrar signos de desgaste y la derrota bonaerense obliga a recalcular.
En ese marco, es innegable que el nuevo ciclo electoral y las expectativas sobre el resultado de las elecciones de octubre generan incertidumbre y resurgen dudas sobre el contexto para los empresarios: un triunfo oficialista daría al gobierno el músculo legislativo necesario para consolidar la agenda de reformas (déficit cero, desregulación y apertura) y brindaría a las empresas señales claras para invertir y crecer. En cambio, una victoria del peronismo lo posicionaría como una opción creíble para 2027 y reactivaría debates sobre ideas económicas que atentan contra las inversiones (controles de precios, intervención estatal, control de capitales, entre otros).
No obstante, la estrategia no puede basarse en “ganar tiempo” mediante recortes de costos. La verdadera competitividad se construye con una mirada ofensiva y de largo plazo: acceso a nuevos segmentos de clientes y mercados, diferenciación, innovación y gestión del talento. En ese marco, la transformación competitiva iniciada por muchas compañías no debe detenerse.
La necesidad de comprender y atender necesidades de segmentos de clientes atractivos y rentables es cierta en cualquier contexto y construir cultura y capacidades para hacerlo realidad se vuelve imprescindible. Además, la reconfiguración geopolítica abre oportunidades en cadenas de valor regionales y globales que trascienden el contexto local. Si el panorama macro y político empeora, más urgente será ser competitivo y salir a jugar a “otras ligas”.
Asimismo, los avances tecnológicos y la inteligencia artificial están redefiniendo sectores; quien espere corre el riesgo de quedar fuera. No menor, crear una cultura de innovación y ofrecer desafíos y desarrollo al talento es vital para atraer y retener a los mejores. Por último, tener una estrategia de crecimiento inorgánico con actividades de M&A y alianzas alineado a la estrategia de la compañía es la clave para reposicionarse y consolidar mercados. Crecer, ocupar nuevos espacios y capturar valor mediante adquisiciones y alianzas es una oportunidad única en tiempos donde la mayoría decide esperar.
En un mundo que se reconfigura a un ritmo frenético, quedarse quieto es perder terreno. Aunque en un clima de mayor incertidumbre algunas inversiones puedan postergarse y algunas variables macroeconómicas puedan presionar sobre proyectos puntuales, la inacción no es opción. Las elecciones pueden definir ritmos y tácticas, pero para las empresas la oportunidad y velocidad del cambio es demasiado importante para volver atrás.
Las organizaciones que piensen en grande, innoven, inviertan y miren más allá de la coyuntura serán las que sobrevivan y prosperen. El resultado electoral puede definir el ritmo de las reformas, pero la necesidad de transformarse y competir es demasiado urgente para quedar congelado: solo quienes mantengan una estrategia ofensiva lograrán ser sustentables en cualquier contexto.