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La diplomática: la serie imperdible que regresa con una perfecta tercera temporada

Cada semana se lanzan las suficientes series nuevas o se estrenan nuevas temporadas de ficciones ya conocidas como para que el espectador promedio se sienta desconcertado / abrumado a la hora de el...

Cada semana se lanzan las suficientes series nuevas o se estrenan nuevas temporadas de ficciones ya conocidas como para que el espectador promedio se sienta desconcertado / abrumado a la hora de elegir a cuál dedicarle un tiempo que, en general, le resta a su descanso. La selección equivocada puede no solo resultar una decepción, sino también hacer que la falta de sueño se sienta como un sacrificio demasiado grande y sin recompensa alguna. Por eso, cuando aparece en el calendario un regreso como el de La diplomática hay que festejarlo.

La serie de Netflix, cuya tercera temporada está disponible desde este jueves, ya había demostrado sus cualidades en las dos entregas anteriores, pero estos flamantes siete episodios la catapultaron a la categoría de una de las mejores series del año.

El relato que mezcla elementos del thriller político con el drama sentimental y lo hace con las justas dosis de humor que sus protagonistas equilibran a la perfección, consiguió un logro poco usual: que después de dos temporadas y 14 episodios muy buenos, sus nuevos capítulos sean aún más entretenidos e inteligentes que los anteriores sin traicionar la lógica interna de la narración ni la de sus personajes centrales. E, incluso, algo más difícil de alcanzar: que la presentación de nuevos personajes amplíe el rango de la trama sin que por eso se disminuya el interés por los que el público ya aprendió a querer.

Kate, Hal, Grace y Todd

La columna vertebral de La diplomática siempre fue la particular relación de amor y hartazgo entre Kate (Keri Russel) y su marido Hal (Rufus Sewell) Wyler, un par de diplomáticos de carrera poco dispuestos a sacrificar sus ideales, pero más que versados en el arte de conseguir lo que quieren. En el comienzo de la historia, la pareja está a punto de divorciarse cuando Kate es nombrada embajadora de los Estados Unidos en Gran Bretaña, un puesto de vital importancia política que desafía su independencia y la coloca justo en la encrucijada de las relaciones bilaterales entre su país y el Reino Unido. Ahora, los Wyler se topan con un nuevo desvío en el camino.

Como se vio en los últimos episodios de la segunda temporada, la autoría del atentado que puso a Inglaterra en pie de guerra se revela en el preciso momento en que muere el presidente de los Estados Unidos y Grace Penn (Allison Janney), su vicepresidenta, debe asumir el cargo. Así, ya no es solo la pareja de Kate y Hal la que debe encontrar el balance entre su vida pública y privada, sino que ahora la ficción tiene una nueva dinámica matrimonial para explorar. Janney tiene a su contraparte ideal en Bradley Whitford, quien encarna a su marido Todd.

Cada escena de las parejas por su lado y juntas resulta en un brillante despliegue de actuaciones apoyadas en un guion que homenajea, sin imitar o copiar, a la inolvidable serie política The West Wing. El vínculo no es casual.

Más allá de la Casa Blanca

Para los aficionados de aquella ficción estrenada en 1999, creada por Aaron Sorkin, que estuvo al aire por siete temporadas, 155 episodios y siete años, alcanzaría con la presencia de Janney y Whitford, dos de los protagonistas del extraordinario elenco coral de The West Wing, para entusiasmarse con la nueva temporada de La diplomática. Pero la incorporación de los actores es apenas uno de los lazos que conecta a ambas series.

La primera y más significativa es que Debora Cahn, la creadora y showrunner de La diplomática, fue una de las más destacadas guionistas de The West Wing, y su impronta en la nueva historia se percibe especialmente en los nuevos episodios. Habiendo establecido el relato y a los personajes en las dos primeras temporadas, da la impresión de que Cahn y su equipo de escritores se sintieron lo suficientemente seguros en la base que construyeron como para sumar algo más de ritmo y velocidad a los diálogos que sus personajes expresan entre los pasillos del poder. Eso sucede, muchas veces, mientras caminan ligero y decididos a resolver lo que haga falta, la marca que Sorkin y los suyos desarrollaron en la señera The West Wing que, lamentablemente no está disponible en ninguna plataforma en la Argentina. Una ausencia que la presencia de La diplomática alivia bastante.

El papel de su vida

Desde su papel protagónico en Felicity a nadie le quedaron dudas de que Keri Russell es una actriz capaz de liderar un elenco y crear uno de esos personajes televisivos imposibles de olvidar. Lo confirmó en The Americans, aquel relato de espías con más de un punto en común con La diplomática, cuyo personaje principal en manos de otra intérprete podría haber resultado en más de lo mismo y, en cambio, es otra cosa igual de buena pero notablemente distinta.

Aun así, la sorpresa en la serie de Netflix es Rufus Sewell, el actor británico de extensa trayectoria en cine y TV que se roba cada una de las escenas en las que aparece, a veces sin decir más que un par de palabras. Su Hal es, al mismo tiempo, extremadamente inteligente y estúpidamente impulsivo. Un simpático Maquiavelo que quiere ser respetado y amado por todos pero especialmente por su esposa, a la que se dedica a decepcionar aunque intente hacer todo lo contrario. Se necesita de un talento particular para hacer un personaje tan encantador como insufrible, y Sewell lo tiene de a montones.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/series-de-tv/la-diplomatica-la-serie-imperdible-que-regresa-con-una-perfecta-tercera-temporada-nid17102025/

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