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Eleonora Wexler, entre un clásico teatral, su vínculo con un destacado productor y el bullying sufrido en la infancia

La cita es en un cafecito tan coqueto como escondido. A metros de la apacible estación La Lucila, sobre un boulevard que le confiere aires pueblerinos a ese enclave que se para de bruces contra la...

La cita es en un cafecito tan coqueto como escondido. A metros de la apacible estación La Lucila, sobre un boulevard que le confiere aires pueblerinos a ese enclave que se para de bruces contra la vorágine urbana, a pesar de anclarse a minutos de la insaciable ciudad de Buenos Aires.

Eleonora Wexler eligió el territorio para desandar la charla que tiene como disparador el estreno de Los pilares de la sociedad, el material rubricado por Henrik Ibsen -dado a conocer en 1877, pero tan actual- que pone de relevancia la furibunda crítica social -con la mira puesta en la burguesía de su tiempo- que el autor plasma en este período de su obra dramática.

“Estoy ansiosa, con adrenalina y con ganas de que la obra se vea”, reconoce la actriz, ya con su brújula apuntada hacia las funciones -en el Teatro Alvear- de la pieza de 15 personajes, en la que comparte el protagónico con Martín Seefeld. “Es una obra llena de capas”.

En 1986, el Complejo Teatral de Buenos Aires ofreció una puesta de este texto, no tan representado, cuya dirección estuvo en manos de Roberto Villanueva.

-La actual versión de la pieza marca el debut en la dirección de Jorge Suárez.

-Le tengo muchísima admiración como actor y, en esta experiencia, llevó muy bien el barco, junto con Eduardo Gondell, que realizó la dirección adjunta. Son seres maravillosos, amigos entre ellos, sin egos competitivos.

El elenco de esta versión de Los pilares de la sociedad -que cuenta con adaptación de Jorge Suárez, Juan Carlos Fontana, Martín Seefeld y Carolina Solari- se completa con Mara Bestelli, Gerardo Chendo, Edgardo Moreira, Pablo Finamore, Antonia Bengoechea, Alfredo Castellani, Daniela Catz, Susana Giannone, Gilda Scarpetta, Agustín Suárez, Lolo Crespo, Fernando Sureda, Luis Longhi y Donata Girotti.

“Jorge (Suárez) logró un gran trabajo en esta historia popular, increíblemente vigente. Al escuchar los textos, uno se pregunta qué nos pasó en todos estos años para que sigan resonando; es una gran denuncia en todo sentido, se enfrenta a la moralina, mentiras y secretos”.

-¿Qué te sedujo de tu personaje?

-Es una mujer disruptiva para su época, casi una precursora del feminismo. Tiene autonomía, no está determinada por su estado civil ni por la seducción masculina. Critica, habla y expresa. Es una de las grandes mujeres de Ibsen. Ella busca la verdad, pero no lo hace desde la revancha. Es un espejo que va a mostrar la hipocresía. Una gran mentira no se puede sostener durante mucho tiempo, se esgrimen valores bien diferentes en una fachada de matrimonio, Iglesia y moralidad, pero todo es una forma vacía, como una botella sin contenido.

Karsten Bernick, poderoso empresario dueño de un gran astillero y alcalde de su pueblo, está considerado un “pilar de la sociedad” por su rectitud y filantropía. Sin embargo, tras esa fachada moral se esconden negocios turbios, engaños y dobleces del pasado. La llegada de su cuñado será un punto de inflexión, de implosión. “Está ambientada en Noruega, pero con aires universales. Jorge Suárez le dio un perfume que te lleva a algo actual”.

La actriz repite uno de los parlamentos finales de su personaje y se emociona. “Es una denuncia a nosotros mismos”. Y agrega, “me mató repetir el párrafo, encima, con lo que estamos viviendo, se potencia. Si los seres humanos no cambiamos, si tropezamos con la misma piedra siempre, no hay solución”.

Henrik Ibsen sostenía “no se puede construir felicidad sobre la miseria de los demás”. Mucho de eso se esgrime en la obra. “También el material se refiere al poder y los secretos del poder”.

-Como sucede con la pluma de William Shakespeare.

-Lo iba a mencionar. ¿Qué nos pasa? Pareciera que podemos evolucionar, pero, sin embargo, hay cuestiones que siguen iguales o peores.

-Durante la última pandemia se pensaba en utopías transformadoras.

-Imaginábamos, pero todo siguió igual o peor. Vinieron más guerras, primero en Ucrania y después la que se vive en Israel, con tantas víctimas. Me resulta incomprensible.

-En el medio, el teatro como refugio, pensamiento, denuncia.

-La respuesta al “contame un cuento”. Es el único lugar donde te abstraes de la tecnología. O casi.

Celebrarse

“No soy dormilona”, cuenta. Amanece rigurosamente a las siete de la mañana; “si trasnoché, puedo estirarme hasta las ocho, pero con siete horas de sueño estoy bien”.

La semana pasada, en medio de la vorágine y las tensiones de los ensayos generales, terminó tan cansada que, luego de una “pasada”, decidió mimarse: “Me fui a un bolichito que está a la vuelta del teatro, me pedí un sushicito y una copa de vino blanco para relajarme, solita, me celebré a mí”.

A pesar de dormir de corrido, también en ese período de ensayo y error, más de una vez se despertó en plena madrugada, pensando en su trabajo: “Paso letra, imagino cómo decir algún texto desde otro lugar, cómo podría probar algo nuevo”. Los pensamientos insomnes devenían en mensajes de voz al director Jorge Suárez a las ocho de la mañana, “él duerme hasta más tarde”, reconoce.

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-Hace unos minutos decías “me celebré”. ¿Te “celebrás” mucho?

-Me celebro muchísimo más que antes, me castigo mucho menos y me disfruto más. Priorizo los momentos de disfrute, de estar conmigo misma. También me gusta meterme en bares y tomarme mi cafecito, leer en papel, me gusta el olor de los libros.

-Trabajar sobre las páginas, anotar.

-Es hermoso, aunque, como leo libretos todo el tiempo, a veces necesito parar y distraerme con algo audiovisual, ver una película o un capítulo de una serie mientras estoy tomando sola mi café.

También, cuenta, le encantan las plantas. Vive en la Zona Norte del Conurbano rodeada de vegetación y mascotas. Wexler es proteccionista de animales. “Ahora tengo dos perros, pero llegué a tener cuatro. Y estoy muy comprometida con la defensa de los caballos y el drama de la tracción a sangre”.

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La actriz cuenta la historia de una perrita en estado calamitoso que se cruzó en la vereda de su casa y que, finalmente, se quedó allí hasta su muerte. Recuerda la anécdota y vuelve a emocionarse ante el agradecimiento de la mascota. “Perdón, estoy muy sensible hoy, debe ser el estreno”, se excusa.

Orígenes

“Mi abuelo era de Odesa, entonces un puerto de Rusia, y mi bisabuela y mi abuela eran de Polonia, pero mi mamá es Fernández, goy, así que, por vientre materno, también soy goy. De parte de padre, toda la familia es judía y de parte de madre, no”.

-Tus padres rompieron el mandato.

-Sí, pero ninguna de las partes era muy practicante. Cuando vivían mis bisabuela y abuela paternas, recuerdo sus pletzalej y varenikes; incluso mi mamá aprendió las recetas, pero, ni de un lado ni del otro se seguía demasiado la tradición.

Se crió en Parque Patricios, junto con una hermana que se dedicó a la medicina -cirujana de cerebro y cuello- y, en el reparto de tradiciones, a Eleonora le tocó ser la única heredera bautizada por la religión católica. “Porque ‘toca toca, la suerte es loca’”, dice la mujer que aparenta muchos menos que los 51 años que figuran en su documento.

De a dos

Wexler está en pareja con el productor Sebastián Blutrach, responsable del Teatro Picadero y un activo gestor cultural comprometido con la actividad en diálogo con la actualidad nacional.

-¿Opinás sobre la programación de esa sala?

-No mucho, salvo que él me pregunte. Es su mundo, su arte, lo veo muy creativo y con vuelo, me genera mucha admiración. Es algo que viene sosteniendo desde hace muchos años.

Luego de la charla con LA NACION, Wexler partirá rauda hacia Ezeiza para recibir a su pareja que regresará desde Madrid, ciudad donde también desarrolla su actividad. Se preocupa porque la aplicación en su teléfono le marca una hora y media desde La Lucila hasta la terminal Ministro Pistarini.

-Estuviste diez años sin pareja. Al menos sin una relación formal y visible para el afuera.

-Así es, increíble, ¿no? Mucho tiempo. Estaba en un momento en el que me ocupaba de mi rol de mamá, trabajaba mucho, no había un espacio ni una apertura para formar una pareja, no era una prioridad en mi vida.

-Te percibo con un universo propio muy rico.

-Lo tengo. Luego de mi separación, me vinculé mucho con mis amigas, me armé un lindo mundo. Estaba y estoy muy bien conmigo misma, aunque no siempre fue así, trabajé mucho conmigo.

-¿Terapia?

-Soy una buscadora de mi crecimiento personal, de los espacios de reflexión. Por momentos, necesito algo más desde la mente, pero nunca dejo de estar pendiente de las necesidades de lo corporal. A veces, siento que la mente no me lleva a un buen lugar, pero hay otro tipo de trabajos que me conectan con cosas diversas.

-¿Por ejemplo?

-Bailar.

-¿A qué más apelaste en busca de tu bienestar?

-Probé con reiki, decodificación. No tengo certezas, voy probando. Se trata de estar lo mejor posible en esta vida.

En 2011, la actriz se separó de Leonardo Wassington, su marido, luego de catorce años de relación. Fruto del matrimonio nació Miranda, su única hija.

-¿Convivís con tu actual pareja?

-No, pero puedo decir que descubrí que estar con otra persona, me completa. Es más linda la vida compartida de a dos.

-¿Se permiten hablar de otros temas ajenos a lo artístico?

-Sí, yo le hablo de perros y a él le encanta cocinar. Es sano que el trabajo no sea veinticuatro por siete, aunque es una parte importante de ambos. Nos complementamos en un mundo que conocemos, nos entendemos.

-El trabajo anclado en una vocación suele ser tramposo, no tiene límites.

-Es así, a mí me gusta mucho trabajar. Debe tener que ver con que comencé a hacerlo desde chiquita, aunque me podría haber cansado, pero creo que me constituí trabajando.

-Cuando se menciona tu nombre, se lo asocia al prestigio, a la buena actuación. ¿Sos consciente de tal cuestión?

-Hay algo de eso. En primer lugar, siempre traté que se me conozca por el trabajo. Siento que mi vida personal es poco interesante, entonces lo valioso es que te pueda contar una historia de ficción. Mi búsqueda siempre tuvo que ver con eso y no me gustó nunca que se supiera demasiado sobre mi vida. No reniego de quien lo hace, son caminos diferentes.

Debutó siendo una niña de ocho años en el musical Annie, producido por la recordada presentadora Pinky. Y, al poco tiempo, formó parte del recordado ciclo Mesa de noticias, creado por el genial Juan Carlos Mesa.

-¿Qué te “robó” trabajar desde pequeña?

-Trabajar desde chiquita me robó ser niña.

-¿Sí?

-Un poco sí, no jugaba como una niña normal.

-¿Lo elegías?

-Amaba lo que hacía tanto como ahora. Elegía trabajar, lo disfrutaba, aunque me movía en un mundo de adultos.

-¿Padecías bullying en la escuela por ser la “nena famosa”?

-Los chicos son muy crueles, un poco de eso hubo, pero yo también era brava, no era una “mosquita muerta”. Después me cachetearon un poquito y me calmé. Siempre fui muy estudiosa y demasiado responsable, una disciplina que me dio el trabajo. Lo agradezco.

-¿Nunca dudaste de tu vocación?

-En la adolescencia, a los trece años, no quise trabajar.

-Un replanteo siendo muy jovencita.

-Todo fue muy precoz. Mi hija, en cambio, vivió su infancia.

-¿Cómo considerás que sos como madre?

-Como puedo. He ido aprendiendo. Además, al crecer, entendí más a mis padres, a quienes amo. Al comprender más a mis viejos pude ser mejor mamá. Miranda es muy directa, íntegra. Me enseña a cada paso. Sabe lo que siente y lo expresa.

La joven se dedica a la equitación y cursa Gestión Deportiva en una universidad privada. “Viaja todos los días hasta Luján para trabajar con los caballos, pero estudia en pleno centro, es muy independiente”.

Más allá de Los pilares de la sociedad, Eleonora Wexler tiene entre manos la pieza El estado de la unión, de Nick Hornby, con dirección de Andrea Garrote, junto a Gonzalo Heredia. Además, hará La intérprete, escrita por Francisco Lumerman, quien también se ocupará de la dirección. “Tengo entre manos un abanico muy interesante”.

Para agendar

Los pilares de la sociedad, de miércoles a sábados, a las 20, y los domingos, a las 19. En el Teatro Alvear (Av. Corrientes 1659).

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/teatro/eleonora-wexler-entre-un-clasico-teatral-su-vinculo-con-un-destacado-productor-y-el-bullying-sufrido-nid17102025/

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