Encontrar la verdad en el lugar menos pensado
La verdad recuerda al Gran Bonete, ese antiguo juego en el que nadie tiene el pajarito perdido. No se sabe dónde se encuentra, más allá de que sobren los que se creen o se presentan como sus pos...
La verdad recuerda al Gran Bonete, ese antiguo juego en el que nadie tiene el pajarito perdido. No se sabe dónde se encuentra, más allá de que sobren los que se creen o se presentan como sus poseedores. Desde hace siglos la filosofía, la ciencia, la religión, e incluso las disciplinas esotéricas, intentan capturarla y definirla, pero es escurridiza, cambiante y lábil. Cuando parece haber sido atrapada, se escapa una vez más. Lo que es verdad para unos no lo es para otros. Y, salvo los fanáticos, al final del día nadie está seguro sobre ella.
Desde hace siglos la filosofía, la ciencia, la religión, e incluso las disciplinas esotéricas, intentan capturarla y definirla, pero es escurridiza, cambiante y lábil
El poeta y filósofo libanés Kahlil Gibran aconsejaba sabiamente “No digas ‘he encontrado la verdad’, sino ‘he encontrado una verdad’.” Pero ni aun así alcanza, porque no faltará quien diga que esa verdad es una mentira. Y el emperador romano Marco Aurelio, un ícono de la filosofía estoica, la presentaba aun más evanescente. “Todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho”, advertía. “Todo lo que vemos es una perspectiva, no es la verdad.”
¿Pero entonces qué es la verdad y dónde se encuentra? El sociólogo Thomas Gyerin, de la Universidad de Indiana en Bloomington, Estados Unidos, observó que, a lo largo de la historia, y mientras se dedicaban afanosamente a la caza de esta abstracción, los humanos siempre necesitaron de lugares físicos concretos en donde encontrar la verdad. Y volcó su investigación al respecto en el libro Truth-Spots: How Places Make People Believe (Puntos de verdad: cómo los lugares permiten a la gente creer). Esos puntos van desde Delfos, hacia donde los antiguos griegos peregrinaban en busca de la verdad del Oráculo en el Templo de Apolo, hasta Tenochtitlán, en México, con las imponentes pirámides del Sol y de la Luna, o las monumentales pirámides de Egipto. Las grandes catedrales que persisten en diferentes lugares del mundo a lo largo del tiempo (como Notre Dame, en París, o Saint Paul’s en Londres, por nombrar dos), la Capilla Sixtina, la Gran Mezquita de Córdoba, en España, son apenas algunos de los lugares en donde, desde la religión, se procuró fijar a la verdad en la tierra. Pero la búsqueda no termina ahí, porque, como señala Gyerin, también la ciencia tiene en importantes laboratorios sus propios puntos en los que persigue la verdad. Los tribunales (cuyos edificios suelen ser majestuosos, como construidos a prueba del tiempo) son otros lugares puntuales en los que se aspira a hallar la verdad en forma de justicia. E incluso las expediciones arqueológicas que siguen encontrando vestigios a menudo asombrosos de civilizaciones y culturas anteriores van, a su manera, detrás de una verdad mientras se encuentran con huellas de búsquedas previas.
Los puntos de verdad son fijos, no pueden trasladarse, de ahí que se peregrine hacia ellos. Pero, dice Gyerin, hay símbolos que parten desde esos sitios y llevan sus mensajes a través del tiempo y el espacio.
Los puntos de verdad son fijos, no pueden trasladarse, de ahí que se peregrine hacia ellos
Pone como ejemplo un antiguo espejo de obsidiana (piedra sagrada de los aztecas, de dureza y negrura absolutas, que ellos pulían hasta que era posible verse reflejado en su superficie) que el coleccionista Robert Woods Bliss encontró en un mercadito de Madrid en 1961 y está hoy en el Museo Dumbarton Oaks, perteneciente a la Universidad de Harvard. Ese espejo era parte de rituales en que se esperaba la revelación de los dioses. Las lupas que buscan la verdad cobran diferentes formas y se desplazan por el planeta y por la historia. Mientras, la pregunta sigue y seguirá abierta. ¿Qué es la verdad? ¿Y dónde está, si no termina de encontrarse en los lugares que la invocan? Este interrogante es tan viejo como la Humanidad. Y acaso el Mahatma Gandhi haya proporcionado una de las respuestas más lúcidas cuando dijo: “Es una pregunta difícil, pero la he resuelto en lo que a mi concierne diciendo que la verdad es lo que te dice tu voz interior.” Es decir que está donde menos se la busca.