Generales Escuchar artículo

Germán Kraus: su vida lejos de la ciudad, las reuniones con los galanes, el recuerdo de Alberto Martín y su historia de amor de 43 años

Dice Germán Kraus que le da mucho placer trabajar en armonía y haciendo algo que le gusta. Y Soy tu ángel lo complace particularmente porque, además de protagonizar la obra junto a Silvia Peyro...

Dice Germán Kraus que le da mucho placer trabajar en armonía y haciendo algo que le gusta. Y Soy tu ángel lo complace particularmente porque, además de protagonizar la obra junto a Silvia Peyrou, también la escribió y la dirige. Acaba de terminar una gira que lo llevó a recorrer la provincia de Buenos Aires y este sábado 18 de octubre se presenta en el Teatro La Casona (Avenida Corrientes 1975). Y en verano estará en otro teatro de la calle Corrientes.

Sus días transcurren tranquilos en su casa de Ezeiza donde, dice, ahora se permite tomar unos mates al sol y ver crecer una rosa. “Antes, con tanto trabajo, no me permitía tiempo para eso”, aclara. Y siempre acompañado por su mujer, María Cristina, con quien comparte 43 años de amor.

En una charla con LA NACION, Germán Kraus habla de su profesión y de los amigos que le dejó, en particular de Alberto Martín, fallecido hace unos meses. También recuerda su experiencia en trabajos como Pobre Clara, Regalo del cielo y los especiales de teatro en televisión.

-¿Soy tu ángel es una especie de autobiografía? Porque retrata la vida de un exitoso actor que se retira. Aunque vos todavía no pensás en eso, pero sí bajaste el ritmo de trabajo

-No es autobiográfica, aunque hay algunos puntos en común. No pretendo ser un dramaturgo, pero igualmente tantos años de carrera y de vida me enseñaron mucho. Los actores tenemos la capacidad y la obligación de registrar, porque alguna vez todo puede servir para alguna cosa. Entonces, archivamos momentos, historias, sentimientos. El protagonista está de gira en un pueblo y se queda en blanco sobre el escenario. No recuerda el texto y sufre una crisis. Se dice que actuar no es decir la letra, no es hacer los gestos, porque actuar se actúa con el alma. Y en ese momento se le muere el alma. Decide retirarse, se queda en ese pueblo y nunca más se sube al escenario. Ese es el punto de partida y a partir de ahí empiezan a suceder cosas, personajes que vienen a modificarle esa circunstancia. Y se reencuentra con su hija porque es un padre abandónico.

–Parece un drama...

–Parece muy dramático pero está contado en comedia. Siempre digo que una comedia es un drama contado dos semanas después. Es una obra que estrené hace tiempo y que ahora repuse porque me da mucha satisfacción hacerla. Y en este momento de mi vida y de mi carrera le doy prioridad a las cosas que me dan placer. Sigo teniendo ofertas interesantes de laburo, pero prefiero tomarme mi tiempo para estar en mi casa, con mi mujer y con mi hija, y hacer lo que me da gusto. Estuvimos de gira, cerramos en Buenos Aires, en enero hacemos la temporada de verano en un teatro de la calle Corrientes y después volveremos a la gira. Es un proyecto de largo aliento porque el equipo es bueno y estamos muy contentos.

-¿Por qué elegiste a Silvia Peyrou como tu partenaire?

-Por varias razones. Por un lado, necesito estar arriba del escenario con placer. Y además me interesa la calidad humana de los actores. Había un actor que decía que cuando uno se lleva mal con su coequiper, el pan es amargo. Y es cierto. Y con Silvia he trabajado hace muchos años en una comedia que yo produje también, La ex mujer de mi vida, en Carlos Paz. La conozco desde entonces y sé lo laburadora que es, la fuerza que le pone, la dedicación a su laburo, aparte de su talento personal. Además, se adecua bastante a las características y estéticas del rol. Son muchas las razones por las que estoy muy feliz trabajando con Silvia. Y en esta oportunidad se suma también Lupi Labunia, que también es una actriz del under que me sorprendió muchísimo y le dio un color diferente al personaje. Suma para la calidad del espectáculo.

-¿Alguna vez pensaste en jubilarte o un actor no pierde las ganas de subirse a un escenario?

-Los actores son tan personales como las huellas digitales. Algunos viven momentos de soledad, y el escenario y los compañeros son muy gratificantes. En mi caso, me gusta cuando lo disfruto. Estuve de gira este año pero no me demandaba estar dos semanas fuera de casa, porque eran teatros de la provincia de Buenos Aires y podíamos ir y venir. Me tiene que dar placer para tener ganas de volver a trabajar y Soy tu ángel me lo da. Hay un bocadillo que no es mío y dice que los actores siempre, también cuando elegimos un trabajo, estamos haciendo casting. Porque en realidad hacemos un trabajo para que después surja otra posibilidad. Soy un optimista, tengo mucha energía y la salud me acompaña, pero también soy absolutamente consciente de la finitud. Hay un tiempo para cada cosa y quiero aprovecharlo. Cuando nació a mi hija, a los seis meses ya estaba trabajando en Puerto Rico, después en Perú, volví e hice dos novelas. Le he dedicado gran parte de mi vida a la carrera, cosa que agradezco. Sin embargo, este es un momento distinto y le doy tanta prioridad a las cosas que me dan placer en la vida personal como arriba de un escenario.

-¿Y qué cosas te dan placer en la vida?

-No me puedo quejar de nada. Ni de mi infancia, ni de mi carrera. No sé si seré un buen actor, pero soy persistente (risas). Es un punto a favor. Y tuve la suerte de ser parte de una maravillosa generación de actores como Arturo Puig, Pablo Alarcón, Antonio Grimau, Alfredo Monserrat, Alberto Martín. Siento muchísimo que se haya ido mi gran amigo y compañero Alberto Martín. Cada vez que subo al escenario me acuerdo de él y no sólo porque tenemos una amistad de más de 50 años sino porque en los dos últimos años trabajamos juntos, y el vínculo era permanente, diario. Así que lo extraño muchísimo. Con esta generación de actores jamás competimos, al contrario, nos hemos ayudado y acompañado. Si uno no podía hacer una cosa, recomendaba al otro. Y ese vínculo sigue absolutamente vigente. Justamente a Alberto fue al primero que se le ocurrió que nos juntáramos todos y el encuentro fue maravilloso.

-¿De qué hablan en esos encuentros?

-En esas juntadas no paramos de contar historias que muchas veces se vinculaban entre sí. Gustó tanto esa cena que él provocó otra y hacía años que nos veíamos cada tanto, todos. Desgraciadamente ya no está Alberto, pero vino Claudio García Satur. Y volvemos a recordar con tanto cariño y tanto afecto lo que nos ha dado la profesión y la amistad. El alma mater de todo era Alberto, pero se fue tan rápido. El 18 de julio estaba programada una comida en su casa e iba a cocinar porque le encantaba. Pero no llegó. Es muy lamentable para todos los que hemos compartido con él tantas cosas, y para el público, claro.

-¿Y qué te gusta hacer cuando no trabajás?

-En pandemia se me había ocurrido hacer pequeños muebles con la madera, con pallets. Había que entretenerse. Siempre hay cosas que hacer porque a la casa hay que mantenerla. Aunque confieso que estoy un poco vago ahora (risas). Me encanta vivir en Ezeiza, me levanto temprano, a veces salgo a caminar. Cuando uno empieza a tener mucho tiempo se da cuenta de que las pequeñas cosas son importantes. Puedo sentarme a tomar mate al sol y mirar cómo crece una rosa. Antes no la veía porque estaba todo el tiempo con un libreto en la mano. He hecho programas muy exigentes, como por ejemplo el ciclo de teatro para televisión que hice durante años. Hacíamos una obra por semana.

-Hiciste programas que quedaron en la historia como Estrellita Mía, La pobre Clara, Regalo del cielo, Mi familia es un dibujo. ¿Qué recuerdos tenés de ellos?

-En La pobre Clara compartí con tremenda actriz y tremenda persona que fue Alicia Bruzzo. Realmente fue maravilloso. Tuvimos la posibilidad de hacer los exteriores en Europa y viajamos por Italia, España. Además, teníamos una amistad entrañable. A pesar de ser una novela arquetípica podíamos trabajar los textos y hacerlo con un buen nivel de actuación. Eso fue importante. Y recuerdo especialmente el ciclo de teatro con comediantes como Ana María Campoy y Pepe Cibrián, Ernesto Bianco, Narciso Ibáñez Menta. Eran obras que habían sido éxitos en teatros, llevadas a la televisión. Un trabajo de mucha dedicación y muy gratificante también. Vengo de la época en que no había edición, entonces se grababa y así salía al aire; con la música, con todo. Era una época en que se respetaba mucho a los autores y había que tener buena memoria. Ahora, en cambio, se improvisa mucho y no me gusta. Y en ese momento había un enorme mercado internacional.

-La industria cambió y los tiempos también. Ya no hay ficciones nacionales.

-Cuando vos tenés un buen producto, las latas no entran. Entran cuando el producto no convence o no convoca. Regalo del cielo tuvo un éxito tremendo. Fue una comedia con un elenco hermoso, con los mejores comediantes del momento. Además, la idea era original. Un poco polémica, pero era original. Esas ocurrencias de Alejandro Romay, de quien tengo el mejor de los recuerdos. Él quería tanto a los actores y quería a la ficción. Si hoy él estuviera, seguramente tendríamos ficción en las pantallas.

-Fuiste parte del elenco de Mamá corazón, que nunca se estrenó porque la productora de Andrea del Boca fue acusada de defraudar al Estado en la financiación del proyecto. En estos días fue absuelta por falta de pruebas de fraude. ¿Hablaste con Andrea?

-No volví a hablar con ella. Pero fui a declarar en su momento y pude contar que la novela se desarrolló con absoluta normalidad. Se firmó un contrato que se cumplió en todo. Se terminó de grabar la parte artística y creo que quedaba la edición. Ninguno de los actores que estuvimos ahí sentimos alguna traba, algún problema o alguna coacción. De ninguna manera. Fue una novela absolutamente normal. Yo creo que ahora se va a ver. No fui parte de la producción y no tengo detalles. Mi personaje era el del papá del Andrea.

-Hablemos de amor, ¿cómo se inició tu romance con María Cristina?

-Llevamos 43 años juntos y tenemos una hija, Triana. Nos conocimos en el cumpleaños de un amigo en común. Fue muy fuerte el encuentro, tanto que al poco tiempo nos fuimos a vivir juntos y al año nació nuestra hija. Recuerdo que ese verano fui a hacer la temporada con Verónica a Mar del Plata; había venido a hacer su primera novela, El rostro del amor.

-Se casaron hace un par de años...

-Nunca tuvimos la urgencia de casarnos, pero hace un tiempo se presentó la posibilidad. También tenía que ver con el trabajo, porque yo nunca paraba. Nos casamos después de 37 años. Un día fui a una comuna a hacer un trámite para mi mamá, pero no pude porque me dijeron que ahí solo casaban. Y dije: “Bueno, casémonos”. Pedimos fecha y nos casamos. Mi hija se puso contentísima.

-Cuando empezaron a salir ella te conocía porque ya eras un galán de renombre...

-Mucho no me conocía, la verdad. Había visto la película que se llamaba Más allá del sol, sobre la vida de Jorge Newbery, y pensaba que era un actor extranjero (risas). Nunca fue fanática del ambiente, para nada.

-Y se enamoró de un actor. ¿Cómo se sostiene una relación durante tantos años?

-Es mérito de ella. Porque realmente creo que no debe ser fácil vivir con un actor. Como decía Eric Morris, que era un gran maestro: si querés ser sensible y permeable para poder asumir los roles o sentirte afectado por los roles, después no te quejes si sos inseguro, o ansioso. Esos son los costos que tiene el entrenamiento actoral (risas). El hecho de ser permeable y vulnerable también tiene sus consecuencias en la vida. María Cristina le puso mucha voluntad, mucha energía, y siempre conservó su individualidad. No estaba pendiente de mí sino que tenía sus propios intereses. Y ese fue nuestro secreto, me parece: mantener la individualidad.

-Nunca fuiste mediático, pero se hablaba de romances entre galanes y heroínas...

-Quizá fui un buen escondedor (risas). Todos hemos sido un poquito pícaros. La mayoría de los actores hemos iniciado esta carrera con la intención de tener éxito con las chicas. Y la verdad es que ese grupito del que hablé antes, ha sido un poco bravo (risas).

-¿Tuviste otros amores?

-Me casé muy joven, a los 22 años, antes de dedicarme a la actuación. El matrimonio duró 11 meses. Y después tuve otra relación también, pero nada parecido al amor que me une con mi mujer.

-¿Cuál es tu mirada sobre tu historia?

-Estoy muy agradecido. Nunca me consideré un artista… Soy alguien que ha tomado la profesión con mucha dedicación. Siempre me acuerdo una frase de Vittorio Gassman, salvando las distancias, que decía: “Yo sigo aprendiendo, lo que pasa es que soy un poco lento”. Y a mí me pasa un poco lo mismo, sigo aprendiendo, sigo nutriéndome de cosas que veo, de actores nuevos, sigo trabajando. Lo bueno de tener tantos años, si uno sabe capitalizar su archivo emocional, es que sirven para dar colores diferentes a los roles.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/personajes/german-kraus-su-vida-lejos-de-la-ciudad-las-reuniones-con-los-galanes-el-recuerdo-de-alberto-martin-nid15102025/

Comentarios
Volver arriba